http://www.telam.com.ar/nota/28346/
Fecha: 13 de junio de 2012
Por: Natalia Concina
El
lenguaje cotidiano está repleto de frases hechas como "¿Lo ayudo
abuelo?", "¡Estás cada vez más joven!", "Los viejos son
como los chicos", "Con viejos no quiero estar", "Está
gagá", que no reconocen edad del emisor, y tras las cuales se esconden
prejuicios que originan formas sutiles de maltrato hacia los adultos mayores,
señalaron especialistas.
“Hay
ciertas actitudes como no querer decir la edad que son más profundas de lo que
parecen y tienen que ver con el temor a ser descalificados y discriminados en
función de los prejuicios que hay en torno a ser viejo”, explicó a Télam el
psicogerontólogo Ricardo Iacub al acercarse el 15 de junio, cuando se celebra
el Día de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.
El
especialista consideró importante "poner la palabra discriminación o
maltrato en estos hechos de la vida cotidiana que están legitimados para que
podamos comenzar a pensar cómo revertirlo”.
Sobre
la palabra "maltrato", Sofía Aptekman, especialista en Gerontología,
explicó que "nos referimos a una forma de ejercicio de poder mediante el
uso de la fuerza física, verbal o emocional y esto puede ser por acción o por
omisión, es decir, uno puede ser maltratador por hacer cosas o por dejar de
hacerlas”.
“Cuando
hablamos de prejuicios, en realidad estamos hablando de un origen cultural del
maltrato que luego se expresará en forma verbal y que producirá un daño a nivel
psicológico y emocional”, continuó en diálogo con Télam.
Todo
este conjunto de prejuicios y estereotipos ligados a los mayores tiene un
nombre para los especialistas: "viejismo" y "es un tipo de
discriminación del que todavía no se habla demasiado”, añadió Iacub.
En
esta larga lista de frases hechas, que no son percibidas ni como
discriminatorias y mucho menos como origen del maltrato, está bien en la cima
el calificativo “abuelo, abuelito" para referirse a una persona mayor.
“Una
forma de maltrato sutil muy común es la tendencia a decir “abuelo” o “abuelita”
-señaló Aptekman, responsable del Área Académica de la Escuela del
Envejecimiento de la Universidad Maimónides-. Sin embargo, cuando uno habla con
los adultos mayores lo primero que surge es que te dicen: `yo no soy su abuelo,
¿por qué me llama así?`”.
La
especialista describió que el enojo se debe a que “abuelo es un rol familiar,
pero un individuo ha cubierto muchos roles en su vida y hoy en día los sigue
cubriendo: es vecino, padre, amigo, pareja, trabajador, jugador de bochas,
estudiante. Cuando te digo ´abuelo´ te despojo de todos esos otros roles y te
limito a este único que a lo mejor ni siquiera ejercés”.
Al
respecto, Iacub, quien también es titular de la cátedra Psicología de la
Tercera Edad y Vejez en la Facultad de Psicología de la UBA, increpó:
“Imaginemos un encuentro con Perón o con Borges, ¿Les diríamos abuelo? La
respuesta es obvia: ´no´. Entonces, decirle `abuelo` es despojar al sujeto de
todo rol, es destruir la identidad de toda su vida”.
Otro
aspecto al que los especialistas refieren es la imagen que las publicidades
brindan de los mayores, comenzando por la promoción de productos como
“anti-age”. “La única forma de la ´anti edad´ es morirse. Es la única manera de
no sumar años. En este camino algunas marcas cambiaron esta denominación por
´pro -age´. Y este cambio sutil es muy acertado porque implica: ´envejecé que
nosotros te acompañamos”, sostuvo Aptekman.
"Cuando
una publicidad dice que si ocultas los signos del envejecimiento te ves linda,
está asociando ser viejo con ser feo. Claro que no está dicho literalmente,
porque sería expresamente prejuicioso”.
"Los
viejos son como los chicos" es otra manera errada de referirse a los
mayores, aún en el caso de un adulto que tiene un gravísimo deterioro y que
necesita del auxilio de los demás para todas las actividades de la vida diaria.
"Este
adulto atravesó toda su vida, la llevó adelante, aprendió cosas y, aunque esté
aparentemente sin conciencia, él percibe y sufre lo que perdió; mientras que un
chico todavía no empezó el camino”, explicó Aptekman.
Otra
manera sutil del maltrato es “no atender a las enfermedades pensando que son
propias de la edad. Es típico escuchar: ´a su edad qué quiere`. Y lo que el
adulto quiere es tener calidad de vida. Quizás la rodilla no vuelva a funcionar
correctamente, pero puede doler menos si se la trata", ejemplificó.
La
sobreprotección por parte de la familia, en especial de los hijos, es otra
manera del maltrato que Aptekman consideró como “la peor”, mientras que para
Iacub es "la forma más común de violencia”.
“La
frase que está implícita es: `te cuido porque vos no vas a saber manejarte`”,
advirtió Iacub, quien ejemplificó: “Yo he visto casos en los que un adulto iba
con su familia a una consulta y se le pedía que se retirara para hablar con los
hijos sobre su patología, como si él no pudiera opinar”.
Es
interesante poner el acento en la mirada que muchos mayores tienen sobre sí
mismos, porque "como fueron formados en esta sociedad, y no en otra,
tienen prejuicios sobre la vejez que expresan, por ejemplo, cuando se los
invita a un taller con pares y contestan: ´con viejos no me junto`”, señaló la
gerontóloga.
En
este sentido, Iacub refirió a un estudio en el que cuando los mayores hablaban
de las partes de su cuerpo que veían envejecidas expresaban que no se
reconocían, mientras que al hablar de las cosas “que permanecían iguales”,
decían que se “sentían los mismos”.
“Hay
todavía mucho trabajo que hacer en la auto-aceptación del paso del tiempo, en
comprender que uno es lo que es con más años y con estos recursos, diferentes
tal vez a lo de la juventud, pero igual de valiosos”.
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