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Fecha: 12 de agosto de 2012.
Por: Rosana Guerra
Ficha
María Isolina Dabove es especialista en derechos de la ancianidad, directora del primer posgrado en Derecho de la Ancianidad de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba; directora del Centro de Investigaciones en Derecho de la Ancianidad de la Universidad Nacional de Rosario; docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y del Conicet. Representará, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la posición de Argentina en la Convención de los Derechos de la Vejez.
–¿Qué piensa sobre los que dicen que cuando nuestros padres se hagan viejos, los hijos nos volveremos sus guardianes?
–Esta pregunta tiene que ver con el título de un libro de un profesor norteamericano, Norman Daniels, que presenta este interrogante para encontrar alguna respuesta acerca de si somos guardianes de nuestros padres y si debiéramos serlo. La solidaridad con ellos radica en el hecho de que no queremos que les hagan a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros mismos. Es un viejo principio que está en el Antiguo Testamento, pero lo interesante es que Daniels lo toma para el diseño de herramientas jurídicas y políticas para que se apliquen con un criterio de justicia.
–¿Cómo podemos proteger a nuestros ancianos?
–La relación entre autonomía y vejez va de la mano de lo biológico, y es cierto que, con el paso del tiempo, el adulto mayor pierde ciertas habilidades. El doctor José María Mainetti, uno de los fundadores de la bioética en Argentina, explica que en la vejez se pierde cuerpo, masa muscular y energía vital. Y esta etapa del fenómeno impacta en la esfera de la libertad y en la capacidad para realizar ciertas actividades físicas. Pero lo que más influye en el campo de acción de una persona mayor son los prejuicios, como que ser viejo significa ser incapaz, inútil, un sujeto pasivo. Los prejuicios negativos en torno a la vejez restringen la esfera de la libertad y limitan el desarrollo de alternativas para mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
–Entonces, los prejuicios constituyen un factor que podría incrementar la vulnerabilidad de los adultos mayores...
–Sí, totalmente. La sociedad cree que la persona mayor no puede; de hecho se la considera una clase pasiva, por lo tanto el adulto mayor se convence de ese mensaje y actúa como si estuviera impedido de todo. Son prejuicios. Pero nos encontramos con casos como el de Mick Jagger, que es un viejo pero está espectacular y nadie lo asocia como tal, porque en el imaginario colectivo se lo ve como alguien potente, incluso diría desde lo sexual. Se lo ve como alguien en la plenitud de su vida. ¿A quiénes llamamos “viejo”? A toda persona que tiene más de 60 o 65 años que está dentro de la edad jubilatoria. Y hay muchos ancianos hermosos que están llenos y plenos de vida, se manejan con autonomía, tienen proyectos y transitan la vida con esperanza.
–¿Cómo se puede vivir la vejez en una sociedad que exalta la juventud y tiene una excesiva preocupación por lo estético?
–Hay que desembrujar los prejuicios en torno a la vejez. Es una etapa en la que las personas se sienten cómodas con sus afectos, no tienen la presión laboral del sistema económico y tienen tiempo libre para disfrutar en familia o desarrollarse en aquellos aspectos en los que antes no lo pudieron hacer.
–¿Cree que es suficiente promover la seguridad social para garantizar la inclusión social de la ancianidad?
–De ninguna manera. Es importante porque aporta a la persona mayor un mínimo económico para proyectar su porvenir, a través de la jubilación o pensión, el acceso a la salud, a la vivienda y la cuestión alimentaria. Pero estas herramientas económicas no son suficientes si no van acompañadas de derechos y políticas que refuercen la autonomía personal para asegurar la participación y la inclusión social de las personas mayores. Y, a su vez, tiene que promover un sistema de acceso a la Justicia acorde con el tiempo vital de una persona mayor. La seguridad social es el primer instrumento jurídico político que nació a fines del siglo 19 pensado para la vejez. Y hay que considerar el crecimiento del fenómeno del envejecimiento global, como dice George Lesson, director del Instituto de Envejecimiento de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Esto genera mayores posibilidades de proyectarnos en todos los niveles. Pero también hay derechos de autonomía que se refieren a la posibilidad de desarrollar la vida y la calidad de vida en la vejez. Se trata de vivirla como algo deseable y no como una condena.
–¿Por qué cree que algunas personas no sienten ese período de la vida como un privilegio por seguir estando vivo?
–Eso muestra la cuestión paradojal de la vejez. La historia de la humanidad nos dice que el desarrollo científico y tecnológico aumentó la esperanza de vida. En la Edad Antigua, esta era de 35 o 40 años, mientras que ahora es de un promedio de 80. Pero a pesar de que el fenómeno del envejecimiento global se ha extendido y la esperanza de vida aumentó mucho, no lo queremos asumir. La cultura occidental es una cultura ambivalente, queremos y no queremos ser viejos. Hay que trabajar con los prejuicios de la vejez, como la inutilidad, la debilidad y la vulnerabilidad. El derecho a la autonomía tiene que ver con que la persona mayor se haga valer como sujeto de derechos en el espacio de vida que le quede por transitar. Y también está el derecho a la autodeterminación del propio cuerpo y del propio patrimonio.
–¿Cómo impactan las nuevas leyes de salud mental y del derecho de los pacientes, como la muerte digna, en el tema de los derechos de la vejez?
–Impactan positivamente en el reforzamiento de la autonomía y de la voluntad de la persona mayor. La ley de los derechos de los pacientes reconoce una serie de facultades que tiene una persona como paciente, tales como decir “sí” o “no” respecto de los tratamientos médicos disponibles. También introduce un instrumento muy importante, como son las medidas anticipadas que tienen validez mientras la persona está viva. Consiste en la posibilidad de establecer directivas a través de las cuales decidimos cómo queremos que nos traten respecto de nuestro cuerpo y de nuestro patrimonio en caso de padecer una situación de grave deterioro cognitivo.
Se puede establecer un representante, a los fines de garantizar que se cumpla esa medida. Las medidas anticipadas son actos personalísimos y pueden ser revocables en cualquier momento por el titular. Y esta medida ayuda a dejar de tener esa mirada desvalorizante de la vejez. En Córdoba existe un registro de disposiciones anticipadas que es el tercero del país.
–¿En qué cambiaría la realidad de la ancianidad en nuestro país contar con una convención internacional de los derechos de las personas mayores?
–Todo instrumento jurídico que deriva de Naciones Unidas respecto a los derechos humanos tiene un impacto directo para las decisiones que toman los jueces en nuestro país. Las convenciones de derechos humanos en materia internacional implican para los Estados que las suscriben un compromiso explícito de trabajar en sus contenidos. Ninguna ley es un instrumento mágico, aunque aporta ilusiones en la gente. Una convención va a aportar herramientas para construir una conciencia social basada en el respeto a las personas mayores. Va a aportar visibilidad al derecho de estas personas a ser viejas, a vivir acordes con lo que son. Pero el verdadero cambio de la mirada de la vejez se va a producir a través de la educación, pero no sólo en las escuelas, sino también en los legisladores, en los medios de comunicación, en los funcionarios del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial. Necesitamos jueces con mirada gerontológica, que no sigan pensando que la vejez es una contingencia.
–¿Los derechos humanos de la vejez son diferentes de otros derechos humanos?
–Sí, el concepto de derechos humanos nace de una visión abstracta, genérica y universal de la persona. Su origen está en la Revolución Francesa. Es una verdad evidente que todos los hombres nacemos iguales. Pero después se comprobó que esa mirada resultaba ingenua, porque en los hechos esa afirmación no es consistente. Como dice el jurista, filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio, se fue desarrollando una mirada de los derechos humanos en relación con el contexto específico o con las condiciones de vida particulares de los grupos vulnerables. Porque hoy necesitamos desarrollar una mirada de los derechos humanos de sujetos situados en la realidad vital que les toca vivir.
–¿Por qué cree que en nuestras sociedades se avasallan los derechos de las personas mayores?
–Es una pregunta complicada, porque ni en Oriente ni en Occidente ha habido una única respuesta a la vejez. Como dice Norberto Bobbio, en una sociedad en la que el mundo es cada vez más acelerado, la discriminación de los viejos es un dato imposible de ignorar. La posmodernidad evidentemente ha quebrado las reglas del tiempo y el espacio, y la presencia de Internet, la BlackBerry, las netbooks , todo lo que es la tecnología de las comunicaciones, nos permite no sólo comunicarnos al instante con alguien que está a miles de kilómetros, sino que además genera la ficción de que nos vemos y de que estamos cerca. La generación de nuestros viejos no nació con la computadora bajo el brazo, ni siquiera, en algunos casos, con el televisor, sino que nacieron con la radio. No obstante, la educación tecnológica de las personas mayores ha crecido enormemente, sobre todo en Europa.
INTERESENTE Y UN RICO APORTE PARA LA ELABORACIÓN DE MI TESINA. GRACIAS
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